Culturalmente
a lo largo y ancho del mundo y de la historia, el castigo físico ha sido
aceptado y aplicado para “escarmentar” o “disciplinar” a los niños y
adolescentes. Desde nuestros padres, pasando por los abuelos y bisabuelos hemos
venido heredando este condicionamiento que convierte a los niños en blanco
fácil de maltrato
Tú
me pides que te respete pero tú no me respetas, tú me pegas y me gritas, dice
llorando Juan, un niño de 6 años, después de recibir una nalgada con la orden
de su padre para irse a otro lugar donde lo deje leer en paz el periódico. La
perniciosa tendencia de esta forma de maltrato infantil denominada castigo
físico, se sostiene en la idea de considerar a los niños, no como sujetos de
derecho, sino como objetos sometidos a disposición de los adultos.
El
doctor Oscar Hernando Avellaneda, Médico Pediatra, Miembro de La Sociedad
Colombiana de Pediatría reconoce que todos los padres o cuidadores educamos a
nuestros hijos intentando hacerlo de la mejor forma posible basados en nuestros
conocimientos y experiencias previas. “Sin embargo -continúa el pediatra- con
mucha frecuencia nos encontramos con que no sabemos qué es lo más conveniente
para ellos, porque nuestra comunicación con ellos posiblemente no sea la más
eficaz o porque partimos de presupuestos tales como que los niños deben
obedecernos en todo, aunque estemos equivocados y aunque demos órdenes
absurdas”.
Creencias
peligrosas
Partiendo
de principios y condicionamientos heredados del pasado que asumían “necesario”
el castigo físico en el trato entre los seres humanos - tal y como se hacía en
la época de la esclavitud y en las sociedades feudales donde la desobediencia
era severamente reprimida - aún se persiste en la creencia de que la conducta
humana debería ser corregida a través de este tipo de medios.
La
doctora Aletha Solther, Directora del Aware Parenting Isntitute en California,
por su parte, habla de que existe una idea profundamente arraigada en el
colectivo de la civilización occidental donde normalmente se cree que los niños
nacen con impulsos y tendencias inaceptables que no van a desaparecer a menos
que se les enseñe a controlarse y comportarse. De esta manera, se niega la
naturaleza de la esencia humana con su amplio potencial de bondad. Naturaleza
que el niño sería capaz de desarrollar plenamente si se le prodigara el amor,
el respeto y la atención adecuada a sus necesidades, en cada etapa de su
proceso evolutivo.
Todo
este complejo sistema de ideas y creencias conlleva a considerar que el papel
de los padres es “civilizar y domar” la naturaleza salvaje de los niños a
través del castigo emocional o físico para inducirlos a sentirse “malos y
culpables” lo cual hace de la culpa y el miedo la gran fuerza motivadora tras
cualquier comportamiento socialmente aceptable. “Esta creencia ha hecho más
daño que cualquier otra inventada por la humanidad -despunta Solter - es uno de
los principales motivos por los que el mundo se halla en este estado de caos”.
Estas creencias, según describe la doctora Aletha Solter en su libro “Mi niño
lo entiende todo”, son las responsables de que se justifique la violencia, la
coacción, la falta de amor, el aislamiento, las amenazas y la humillación bajo
el disfraz de una buena disciplina. Ha provocado que poblaciones enteras
obedezcan ciegamente a figuras autoritarias y que sean incapaces de pensar
claramente sobre su forma de actuación. Ha producido generaciones de adultos
cargados con sentimientos de culpabilidad, miedo y vergüenza. Ha provocado que
las necesidades reales de los niños queden insatisfechas, generando adultos que
pasan por la vida intentando desesperada e infructuosamente satisfacer sus
necesidades tempranas, buscando a alguien que les pueda amar, aceptar y
comprender.
Legalmente abolido en todas sus formas y ámbitos el
castigo físico en Venezuela
El
10 de diciembre del 2007 se aprobó, en la modificación de la Lopna, las bases
legales contra el castigo físico y humillante de niños, niñas y adolescentes,
lo que convierte a Venezuela en el segundo país de América Latina en contar con
esta prohibición expresa en la ley.
El
artículo 32-A establece lo siguiente: Todos los niños, niñas y adolescentes
tienen derecho al buen trato. Este derecho comprende una crianza y educación no
violenta, basada en el amor, el afecto, la comprensión mutua, el respeto recíproco
y la solidaridad. Los padres, madres, representantes, responsables, tutores,
tutoras, familiares, educadores y educadoras deberán emplear métodos no
violentos en la crianza, formación, educación y corrección de los niños, niñas
y adolescentes. En consecuencia, se prohíbe cualquier tipo de castigo físico o
humillante. El Estado, con la activa participación de la sociedad, debe
garantizar políticas, programas y medidas de protección dirigidas a la
abolición de toda forma de castigo físico o humillante de los niños, niñas y
adolescentes.
Se
entiende por castigo físico el uso de la fuerza, en ejercicio de las potestades
de crianza o educación, con la intención de causar algún grado de dolor o
incomodidad corporal con el fin de corregir, controlar o cambiar el
comportamiento de los niños, niñas y adolescentes, siempre que no constituyan
un hecho punible.
Se
entiende por castigo humillante cualquier trato ofensivo, denigrante,
desvalorizador, estigmatizante o ridiculizador, realizado en ejercicio de las potestades
de crianza o educación, con el fin de corregir, controlar o cambiar el
comportamiento de los niños, niñas y adolescentes, siempre que no constituyan
un hecho punible.
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